Diario semanal 31/12/18 al 5/01/19

Este diario nace de la necesidad de encontrar un lugar donde compartir todas mis exploraciones. Me inspiré (o copié, como más les guste llamarlo) en dos newsletters que recibo semanalmente… leer más.

Lunes:

Hoy me levanto con una contundente resolución: no volver a pasar una navidad como la que pasé la semana pasada con mi familia de origen. «Familia de origen» es la que está «atrás»; la familia de donde venimos. (Y de la que, algunos, queremos huir jaja). No voy a entrar en detalles. Por eso quedé muda la semana pasada y no hubo blog. «Mejor no hablar de ciertas cosas…» decía Sumo.

Soy absolutamente consciente de que el año pasado hice exactamente la misma promesa. «Voy a pasar una fiestas diferentes».  Y aquí estoy. Pero ojota: hoy tomé el valor de mandarles un saludito por whatsapp a mis viejos y comencé mi año en la casa de amigos, brindando con buena onda, risas y chicos jugando a la pelota.

No quiero caer en el lugar común de decir que las fiestas son difíciles. Solo voy a afirmar que este año aprendí que 1) si querés cambio, cambialo vos y 2) hay que alimentar los lazos con amigos; si todavía no tenés familia «para adelante», son los más parecido que podés encontrar. No voy a decir nada más porque va a sonar a cliché de autoayuda… y algo de ese tufillo tuvo toda esta semana.

 

Martes:

Nuevo año.

La cena de ayer me dejó con nuevas pilas. Esto va mejorando. Me reencontré con amigos, me sentí yo misma de nuevo. ¿Qué quiero cambiar? ¿Qué quiero hacer? ¿Por dónde empiezo? (les dije que esta semana iba a sonar a Dalai Lama)

Voy a confesarlo. Aquí y ahora. No todo en mi vida es literatura, cultura y noñera. Soy humana. Aparte de leer a Onetti e interesarme por el periodismo narrativo, sigo a health & lifestyle coaches en Youtube y pido libros de no ficción en inglés por Book Depository.

Listo. Lo dije.

Hace algo de año y medio, me agarró una ola de energía y determinación inusitadas y empecé a cuidar mi alimentación y a hacer actividad física regularmente. El que siga mi cuenta de Instagram habrá visto que mis posteos eran siempre sobre las comidas que me preparaba con ingredientes nuevos, descubriendo frutas, verduras, cereales y legumbres que no sabía que existían. Iba a una nutricionista muy fashion (Florencia Raele) y me sentía de diez. Bajé como 13 kilos y tenía unas pilas bárbaras. En ese entonces, buscando recetas, descubrí en Youtube a Sara (Sara’s Day). La mina no solo es una diosa, sino que vive en Sydney, por lo que sus videos mechan cocina, rutinas de ejercicios y zambullidas en el mar de Australia. Las idas a la playa con la tabla o la bici motivan a cualquiera, no me digan que no. (Si trotás por el Parque Rivadavia con los ojos cerrados tal vez puedas imaginar que vas por las playas de Byron, eso hasta que te topes con el olor a meo que hay detrás del monumento a Bolívar).

Hoy, 1 de enero, y con los 13 + 5 kilos recuperados que me eché encima desde que dejé la nutri y el gym, quiero decir que volví a sintonizar (qué palabra antigua, no a lugar) a Sara. Ahora parece que está embarazada pero con las mismas pilas de siempre. El depto lo tiene divino y cada día se pone ropa de lino más linda para ir a la playa. Ahhhhh (suspiro).

Me voy a arrepentir de escribir tanta huevada, ya lo sé. Pero el que no sea superficial que tire la primera piedra. Igual se trata de la salud y el bienestar, estoy justificada. Hay que dar bola a lo que sea que ayude a levantar el culo del sillón.

Si quieren leer más nonsense de motivación y fitness vayan a mis antiguos posts de Instagram. Qué tupé.

Miércoles:

Resolución número 2 del año: me permitiré dejar por la mitad un libro que no me esté gustando.

Basta, no puedo con La grieta de Doris Lessing. Es un embole. Creo que hay dos tipos de lectores. Aquellos que pueden disfrutar el tema que están leyendo más allá de cómo esté escrito y otros que le ponen más atención al cómo. Yo soy de este último grupo. No me importa tanto lo que se esté relatando sino cómo están formadas las frases, cuáles son las metáforas utilizadas, cuál es el ritmo de la narración. Esta mujer habrá ganado un premio Nobel, no le niego su talento, pero no puedo leer más de dos páginas sin quedarme dormida. Aparte las construcciones de mitos / leyendas me aburren. No tengo manera de sentirme identificada. Me pasó lo mismo cuando traté de leer El señor de los anillos  de Tolkien o La saga de los confines de Liliana Bodoc.

Decido, entonces, continuar con mi amada Leila Guerriero y sus perfiles en Plano Americano. Y siguiendo con la onda «solo tú puedes cambiar tu vida», miren esto que dijo Facundo Cabral cuando lo entrevistó Leila:

 (…) pensé que a los setenta años iba a tener una casa en el sur de la provincia de Buenos Aires, y a esta hora iba a estar tomando mi primera copa de vino frente a un hogar, leños ardiendo, y un montón de niños jugando por ahí. Y yo contando historias. Nunca lo tuve ni lo tendré. Tampoco hice nada para eso. Pero creí que, naturalmente, se terminaba así. Que la soledad y el vagabundeo eran un juego hasta llegar a ese final. Una vez fui a Medellín. Todos los verdes del mundo y curvas, curvas. En la ladera de una montaña había una casita y dos viejitos de la mano, tomando sol. Destrozaron toda mi idea del mundo. Pensé: “qué imbécil, yo creí que sabía qué era la felicidad. Y tengo razón, pero si sacan a estos dos de acá”. A esa edad debe ser lindo ir a una casa en la montaña, tomar una copa de vino, hablar tonterías. “¿Viste qué humedad?” “Escuché en la radio que mañana va a haber menos humedad”.

Yo quiero ser la viejita. No Facundo Cabral.

Lo voy a hablar en terapia.

Jueves:

Vuelvo a la casa de mis amigos con los que pasé año nuevo. Cenamos ravioles con el arrullo del sonido de los dibujos animados que quedan dando vueltas en la tele del living. Antes de que las nenas se duerman después de un día intenso de colonia, Martina, la mayor, me acerca un libro. «¿Conocés el Teatro Colón?». Ese es el título. Me cuenta que este año (digo, el año pasado) fue con la escuela a conocer el teatro y que después de la visita le regalaron a cada uno de los chicos este libro. Tiene fotos del salón, el escenario, la orquesta y los talleres. Las fotos están acompañadas de dibujos y explicaciones. Hay un pequeño texto sobre el ballet, otro de la ópera, fotos de cuadros de Degas… ¡se me cae la baba!

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Obvio que me lo traigo a casa. Martu me lo presta para que lo lea. Tomá pa´vos, Doris Lessing, ¡esto sí que me gusta!

Cuando vivía en París, recuerdo que en las librerías de los museos había un montón de libros para chicos donde se explicaban las obras, se relataban las vidas de los artistas. Todo de manera didáctica, con ilustraciones e infografías atrayentes. Nota mental: me voy a meter en las librerías de los museos de Buenos Aires, me dijeron que acá también se están haciendo libros así. Tiembla mi billetera.

Viernes:

El universo me está hablando. Llega mi pedido de Book Depository. El libro se llama The Happiness Proyect. Hacía tiempo que lo tenía en mi Wishlist de la página. La autora es una periodista yankee llamada Gretchen Rubin (agarrate que tiene Blog). Rubin se tomó un año para mejorar su vida, ser más feliz, analizando los puntos en los que creía que podía hacer algún cambio para mejor. El libro está organizado en 12 capítulos (uno para cada mes del año) donde se concentra en un aspecto específico a mejorar: Vitalidad, Pareja, Trabajo, Tiempo Libre, etc. Es uno de esos libros que, yo imagino, leen las señoras sajonas en las reposeras del all-inclusive en las Maldivias. ¿Es literatura como para sacarse el sombrero? No. ¿Me divierte y en algún punto me motiva leer estas huevadas? Sí, absolutamente. ¡Sorry not sorry!

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Así motivada con mi proyecto de nuevo y mejorado «yo», armo mi bolso con botella, toalla; me pongo el top, unos shorts, y cruzo decidida el Parque hasta el gimnasio. Tengo que pedirle al de la Recepción que me recuerde qué dedo poner para pasar el molinete y entrar. Realmente hace tiempo que no vengo. Me dice el izquierdo. Me acuerdo que el día que me tomaron la huella, yo tenía ese dedo lastimado, así que para mí es el derecho. Bueno…  a ver… dale que empieza la clase de spinning. ¿O será muy fuerte para empezar? Está también Ritmos Latinos a esta hora… No, me la baja. ¿Hago 30 minutos en la cinta, entonces, y empiezo suave?…

«APTO FÍSICO VENCIDO – DEBERÁ RENOVAR EL APTO PARA PODER INGRESAR AL GIMNASIO»

Puta madre.

 

Sábado:

Tarde de Netflix. Vean Roma. Son 2 y 1/4 horas. Tiene planos laaaargos. Es en blanco y negro. Difícil de ver si te gustan las de acción (o si como yo, ves videos de gimnasia australiana en Youtube) pero vale la pena. Es la historia de una empleada doméstica en una casa de familia en México, años 1970/71. Relata cómo va cambiando su relación con la patrona a medida que le van sucediendo algunas cosas a ella y a la ama de casa. El foco también está en su relación con esos niños que ella cuida y a veces, cría. Llena de simbolismos y con algunas imágenes muy fuertes. Muy. Es excelente. Creo que está nominada al Oscar, si no me equivoco. Como dije en el Diario anterior, la quería ver en el Malba pero me tentó cuando la vi online. ¿Qué onda Netflix que sube pelis que están en el cine en el mismo momento?

Mañana voy a comprar una galette de Rois para el día de Reyes. El que no sepa lo que es, tiene que probarla. Es una torta de hojaldre y pasta de almendras que se come en Francia para el día de Reyes. La torta viene con un muñequito de plástico o cerámica adentro. Al cortar las porciones, hay que comer con cuidado, porque al que le toque la figurilla, se lo coronará rey por un día. Cuando comprás la galette, te dan la corona de papel para que se la ponga el afortunado. Un amor.

Ya averigué dónde la venden acá: en L’epi y en Co-pain. Voy a ir a Co-pain que me queda más cerca. Si saco foto mañana se las comparto acá:

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Estas fueron algunas de mis exploraciones esta semana.

¡Nos vemos el domingo que viene!

Diario semanal 17/12 al 22/12

Este diario nace de la necesidad de encontrar un lugar donde compartir todas mis exploraciones. Me inspiré (o copié, como más les guste llamarlo) en dos newsletters que recibo semanalmente… leer más.

Lunes:

Se viene fin de año y yo ando con ganas de hacer cosas durante el verano. Enero y febrero son duros en Buenos Aires. El calor rebotando dentro de la ciudad me obliga a decir que prefiero el invierno. Estoy planeando un viaje para abril así que, como decía, llenaré mis días con alternativas en la ciudad y alrededores.

Me meto a investigar y esto es lo que me atrae:

Me pregunto si mi ñoñera me va a dejar disfrutar de actividades al aire libre también o si estaré gélidamente condenada a los aires acondicionados de salas de teatro y cine. Es que odio los clubes! Un día escribiré sobre mi aversión a las piletas llenas de niños, las colas al sol para hacerse la revisación médica, el calor a la sombra del humo de la fila de parrillas y las piletas comunitarias donde las mujeres lavan las verduras y los nenes llenan las bombuchas.

Martes:

Recibo un mensaje inesperado de una chica que sigo en Instagram, Natalia Amendolaro. Acaba de publicar su primer libro de cuentos y le gustaría que yo lo leyera y le hiciera algún comentario. Me entusiasma la idea. Natalia me comenta que lee también este blog y que, como yo, ama meterse de lleno en los libros y escribir. No sé si me siento a la altura de hacer ningún comentario inteligente pero cada vez estoy más convencida de que hay que mandarse. Naty me cuenta, cuando me lleva su libro a la oficina, lo difícil que fue encontrar editorial, lo complicado que es que confíen en uno cuando recién se empieza. Me confiesa también la cantidad de talleres de escritura infructuosos a los que tuvo que asistir antes de sentirse cómoda. En la mayoría de estos lugares quisieron torcerle la manera de escribir, le hicieron tambalear algún que otro sentido construido con pasión y esfuerzo. Y aún así se manda. Aún así confía en aquello que le gusta. Me siento halagada que me haya contactado.

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Miércoles:

Hace tiempo que sigo la cuenta La gente anda leyendo en Instagram. La dirigen Maru Drodz y Gonzalo Heredia. Recomiendan lecturas, hacen entrevistas y hoy hicieron el primer vivo del Club de lectura. Cada mes van a elegir un título y van a poner una fecha a fin de mes para compartir la lectura e intercambiar opiniones. Hoy no hicieron encuentro presencial pero pude verlos a través de la cuenta de IG a Maru y Sebajover hablando del primer libro propuesto para este club: Kentukis de Samanta Schweblin. Había leído que esta novela tenía elementos de ciencia ficción por eso no me enganché esta vez, no soy amiga del género. Pero después de escuchar el vivo se me despierta la curiosidad. Sugirieren dos libros de cuentos para entrarle a esta escritora: Siete casas vacías y Pájaros en la boca. Me parece que voy a empezar por ahí. Qué bueno compartir lecturas. Qué necesario es el intercambio para sacarle jugo a esta actividad tan solitaria. Pienso que está bien no haber vuelto a la facultad a terminar Letras; hay un mundo ahí afuera leyendo y escribiendo libros. ¿Para qué volver ahora a los 42 pirulos a asistir a clases, dar finales, escribir parciales domiciliarios cuando puedo concentrarme solo en el disfrute de la literatura?

 

Jueves:

Hay un escritor argentino contemporáneo, super prolífico que sigo en redes y que por lo que he visto, es amigo de una amiga. Él se llama Luis Mey; mi amiga, Yamila Bêgné. Yami también es escritora.

Entro a Facebook (cada vez lo hago menos) y veo que Mey publicó en su perfil un cuento de navidad que tituló «El robot bajo Robert Redford». Esto me encanta de Luis Mey, anda regalando textos en su cuenta. No lo conozco pero se ve que es un tipo generoso, con sus relatos y con los de sus alumnos de taller. Como no tengo tiempo para leerlo, le echo un ojo a los comentarios: todos positivos, llenos de aplausos. Hago algo muy irresponsable de mi parte pero que demuestra mi confianza en la narrativa de este tipo: copio el cuento acá para leerlo después. Tal vez ustedes lo leen primero.

El robot bajo Robert Redford

El problema empezó en el noventa y tres, esa noche de calor insoportable en que nos quedamos sin papelillos. Navidad, precisamente. Estábamos en lo de Rogelio, una menos cuarto, y habíamos fumado un par de porros bien hechos por primera vez en nuestra vida. Mi hermano, con lo que sobraba, quiso armar otro, pero con un cigarrillo desarmado.
–Ni se te ocurra armar uno con esa mierda. No seas irrepetuoso –dijo Rogelio.
La tele vivía encendida en cualquier cosa sobre un piso de concreto que con un vientito de cualquier lado la hacía tambalear por lo desparejo del lugar de reposo. En ese momento había un especial de Navidad donde un señor muy hermoso y muy bien vestido le entregaba el micrófono a una persona de muy bajos recursos y después se lo quitaba medio de golpe para seguir –corría raro, algo aparatoso, y la cámara lo seguía mientras él lanzaba besos– por otro lado del estudio hasta dar con un hombre y su hijo que pudiera ser que estuvieran algo enfervorizados por salir en cámara. Los padres de Rogelio nunca estaban porque el papá era policía y se la pasaba haciendo horas extra; la madre, como el padre se la pasaba laburando, iba para lo de las hermanas que vivían solas. La hermana que vivía en la casa, Yamila, fue de acá para allá durante toda la noche. Tenía quince años. Nosotros, entre trece –yo– y dieciséis –el resto–, no dejábamos de hacer gimnasia con la córnea para mirarla sin caer en la pena del control de Rogelio.
–Es la misma mierda –dijo mi hermano–. Y ya lo desarmé.
–Me importa un carajo, Mugre –dijo Rogelio. Mi hermano era Mugre para todo el mundo–. Es con papelillos o nada.
Estaríamos muy puestos: no había modo de que supiéramos cuál era el modo correcto de armar un porro. Nadie nos había enseñado, no leíamos un carajo y apenas si agarrábamos porros ya hechos por terceros en rondas que nos encontraban del todo alcoholizados. La inutilidad con la que nos manejábamos en todos los ámbitos de la vida debía dejar absorto a cualquier entidad que nos observara.
Como era Navidad, si caminábamos entre diez y veinte cuadras podíamos encontrar alguna estación de servicio abierta. Pasamos por la villa y saludamos a unos pibes. La Navidad los había reunido con un fuego a la salida de uno de los pasillos. Hablamos algunas cosas pero, como era Navidad, repito, uno de los que estaba con ellos no era de los que siempre estaba con ellos. Y se me pegó a la derecha y empezó a tocarme el culo. Sabía que los tipos de la villa que habían estado presos se hacían un poco adeptos a las tocadas de culo como broma. Si le seguías la broma, terminabas culeado. Me meé encima. Tenía un jean clarito.
Después seguimos. Como la estación de servicio a la que habíamos apuntado estaba cerrada por miedo a los asaltos, seguimos camino. De alguna manera estábamos tomando el camino que hacíamos siempre cuando no teníamos ningún plan, lo que era decir siempre, salvo excepciones. El río nos esperaba.
Rogelio y mi hermano escondían la plata en los calzoncillos y en las medias. Aunque fueran tres pesos. La ley del vagabundeo dice que siempre que busques que el mundo sea tuyo, habrá siempre alguien con mejores herramientas para que el mundo sea suyo. Cinco pibes, dos armados, se nos acercaron casi ni bien llegamos y nos empezaron a sermonear sobre los peligros del río. Después de un rato de hablarnos y joder con nuestra ropa, nos quitaron un par de cosas –un cinturón y una billetera vacía, la mía– y nos pidieron que caminemos. Mientras caminábamos por las piedras, acompañados por el agua descontrolada a nuestra derecha, el que se meó fue Rogelio porque yo me acuerdo bien de las cosas que dijo que su padre le había contado sobre ciertos tipos de fusilamiento.
Mi hermano, cuando ya estábamos caminando de vuelta, en el silencio de un asfalto de barrio bueno que solamente dejaba escuchar los festejos de las familias en sus casas, los descorches de botellas, las risas, bueno: en ese momento, mi hermano se nos cagó de risa. Realmente se notaba que nos habíamos meado. Y mi hermano, más como si quisiera formar parte con sus risas de la vida de esas casas, nos lo hizo notar llorando de risa.
Entre una cosa y otra, se nos había pasado el efecto del faso y habíamos caminado como sesenta cuadras. Cuando llegamos a la avenida Rolón, Rogelio siguió camino y nosotros doblamos en nuestra calle. En esas casas se escuchaban menos risas y más descorches.
Llegamos fumando a casa y mi hermano fue directo a ver si quedaba una botella de anana fizz o algo, cualquier cosa. Agarró una sidra sin gas y se fue a sentar al jardín. Ahí se sentó y entre trago y trago puteó por los mosquitos. No le importaba haber visto a nuestra madre con el labio hinchado, a punto de explotar. Papá miraba hacia una pared de cerámicas, vaso en mano, ya en calzoncillos, y escuchaba una radio de tango. A cada tango papá le encontraba la línea justa para asentir repetidamente. Y de esa línea, aunque pasaron cinco tangos más, mi padre se colgaba. La repetía para sí entre sorbo y sorbo.
Me sentí un poco en un fuego cruzado, y me quedé parado en el umbral de la cocina. Mi padre me sentó y me habló sin mirarme. Me dijo que el mundo estaba cambiando, que había que estudiar chino. Después me contó que un día el hombre y la mujer no servirían para nada. La mujer, porque en la casa –así lo dijo, y no tuve restos para reírme– habría robots que harían las tareas del hogar. El hombre, porque la concepción sería por inseminación artificial desde robots con la superficie idéntica –“pero idéntica”, repitió, bajando un anillo de dedos varias veces– a Robert Redford.
Ahí me animé y le saqué algo de vino de su botella.
–¿Qué más va a pasar, pa?
–Va a desaparecer casi todo. Tu madre, por ejemplo, que debe estar escribiendo para hacerse la víctima, va a ver cómo nadie más lee un solo texto. Nunca más. Van a estar directamente en la cabeza. Vas a nacer y una máquina te los va a poner todos ahí.
–¿Y qué más?
–Esta familia se va a ir a la mierda. Eso va a pasar.
Mi hermano, afuera, sacudía la cabeza. Tenía el pelo largo. Los pelos giraban. Lo suyo era el heavy metal. Mi padre, adentro, asentía.
Al rato, mi padre se durmió contra el mármol. Solo parecía vivo por los ronquidos y por los pedos. No había manera de mover ese cuerpo a una cama.
En eso, mi madre salió por la otra puerta hacia el jardín. La vi justo. Le dejó un papel a mi hermano y volvió arrastrando sus pantuflas, siempre con la espalda doblada.
Cuando salí para ver si algún rezagado todavía tiraba alguna cañita voladora, mi hermano sostenía el papel en la mano. No sacudía el pelo y ni siquiera tenía la botella en la mano.
Para cuando levantó la vista y me señaló el papel, vi que era un poema.
Nunca lo leí.
Pero mi hermano se había meado encima.

Viernes:

El teatro San Martín publica las obras de la temporada de verano. Me vuelvo loca, reponen en febrero Petróleo, una obra del grupo de teatro Piel de Lava que ha tenido excelentes crítcas. En el momento del estreno, cuando entré a comprar online mi entrada, me apareció un cartel que decía : «Entradas agotadas hasta final de temporada» . Esta vez me pongo un recordatorio. Cuánta razón hay en eso de que uno desea más aquello que escasea o aquello que quieren todos. Y no estoy hablando solo de teatro. Creo que le dicen síndrome de restaurante lleno.

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Sábado:

Llego con mi familia a Valeria del Mar para festejar navidad acá, al lado de la playa. Me traje dos libros para leer, la compu para escribir y uno o dos blogs marcados para empezar a seguir. Desde que llegué no pude tener un momento de soledad. Me meto al mar, como churros con dulce de leche, le saco la sal a la malla mientras espero mi turno para la ducha. Mis viejos hablan de los programas de la tele, mi hermana me pide que le preste la crema postsolar. ¿Cómo hace la gente que no vive sola para leer un libro? ¿Cómo hacen para concentrarse en algo cuando hay alguien que constantemente les pregunta «Qué estás haciendo», «Me acompañás a»…,  «Cortá con eso que estamos en familia»? Me saco el sombrero frente a los que aún con padres/sobrinos/hijos alrededor pueden hacerse un ratito. yo moriría de estrés. A veces la detesto pero qué alivio es de vez en cuando estar en soledad.

Está bien, no justo en navidad.

 

 

Estas fueron algunas de mis exploraciones esta semana.

¡Nos vemos el domingo que viene!

Diario semanal 10/12 al 15/12

Este diario nace de la necesidad de encontrar un lugar donde compartir todas mis exploraciones. Me inspiré (o copié, como más les guste llamarlo) en dos newsletters que recibo semanalmente… leer más.

 

Lunes:

Me duele la cabeza y la garganta. Si hay algo que me viene acompañando, intermitente, hace unos meses, es una migraña que empieza en los ojos y se va extendiendo hacia la nuca, el estómago. Me genera una extraña combinación de mareos, náuseas y mucho malestar.

Queda sin escribir el diario de la semana pasada. Siento culpa. Mucha culpa. Llamo al médico: faringitis. Tengo que hacer reposo 48hs. y faltar al trabajo. Más culpa.

Veo los dos últimos capítulos de Wanderlust en Netflix. Quedo emocionada y llorona después del anteúltimo capítulo. La trama se va desenredando en una sesión de terapia con la supervisora de la protagonista. Corroboro algunas hipótesis que tenía de la historia y me sorprende la capacidad interpretativa de Toni Collette. Maravillosa. En una expresión puede mezclar angustia, dolor, negación, sopresa, debilidad y autocompasión.  Pienso, también, que yo misma hubiera sido una buena psicoanalista si no hubiera abandonado al principio de la carrera. Qué laburo el de los psicoanalistas. Qué trabajo más humano. Te enfrentan con tus monstruos, te chicanean y al mismo tiempo te ponen la mano en el hombro mientras tratás con todos tus medios posibles de cortarles la cabeza.

Aparte de la capacidad actoral de Collette y del mundillo de la terapia, otra de las cosas que más me interesaron de esta serie es la manera en que se trata este temita del poliamor. Pongo «temita» con toda la intención peyorativa porque estoy cansada de leerlo por todos lados usado de manera indiscriminada y superficial. Creo que hay muchos mandatos por deconstruir y me parece necesario hacerlo pero los debates se generan muchas veces desde la ignorancia o la falta de experiencia; ni siquiera me parece que exista una verdadera reflexión con el cuidado que requiere el hablar del amor y los sentimientos. El encuentro con el otro es una de las cosas más hermosas y complejas que hay como para ir tirando un «poliamor» por todos lados. Lo mismo me pasa con la filosofía del «dejar ir», del «soltar», típico de esta época Marie Kondo y de harinas sin gluten. Los vínculos no son joda y encontrar alguien a quien amar ya es un regalo en sí mismo. En la serie puede vislumbrarse un poco qué hay detrás del (des)amor y el (des)deseo.

Martes:

No paro de leer abusos y violaciones en mis redes sociales. Necesito un descanso de tanta bronca, tanto enojo. Es necesario llegar al otro extremo para equilibrar las cosas, lo entiendo. Pero nunca tuve tantas ganas de tener un amigo, un novio, una pareja. Hoy me respondí una pregunta que siempre les hago a mis amigas que formaron familia: ¿para qué? ¿para qué el esfuerzo? ¿para qué la responsabilidad de tener un hogar, criar hijos, alimentar el vínculo con tu pareja? Hoy ensayo una respuesta: para crear un mundo propio dentro de este mundo difícil, caótico, violento. Crearse un mundo propio. No necesariamente con una familia, supongo que cada uno construye lo propio desde los deseos más personales. Pero hoy tengo ganas de tener mi microsociedad alejada de todo este barullo.

Voy al Instagram del Malba a buscar sosiego y me llaman la atención dos cosas: primero,  no sabía que existen visitas guiadas para ciegos o disminuidos visuales. La experiencia se basa en el diálogo con los especialistas en las obras y el abordaje multisensorial con algunas de las obras del patrimonio del museo.  Me quedo maravillada con esta versión braille de uno de los cuadros que más me gustan del Malba, Abaporu de Trasila do Amaral:

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Segunda noticia que me atrae es que en el cine del museo van a dar gratis la peli Roma, de Alfonso Cuarón (el director mexicano de Y tu mamá también) premiada como Mejor Película en el Festival de Venecia este año. Se retiran dos entradas por persona y las funciones son los jueves, viernes, sábados y domingos a las 22hs. Me anoto en la agenda para ir antes de navidad.

En Youtube live veo que Mariah Carey está dando un concierto en el 02 Arena de Londres, me caen lágrimas de alivio cuando veo el escenario lleno de adornos navideños, árbolitos, osos de peluche gigantes. En serio, qué bien hace a veces festejar la vida.¿Evadirse? sí, puede ser. Personalmente no puedo vivir los 365 días del año de cara a los monstruos (es tal vez por esto que dejé Psicología en aquel momento y me pasé a Letras).

Miércoles:

Llueve con truenos y relámpagos. Mi gatita desaparece por cuarta vez desde que vivo en este edificio. Por suerte vivo en un primer piso, sé que no se lastima, pero debe andar escondida en las cocheras muerta de miedo con esta tormenta. Por dió lo que debe sentir una madre que pierde a un hij@. Vuelvo a pensar en aquello de formar una familia y la responsabilidad de criar.

 

Jueves:

Voy al teatro a ver a Felipe Pigna y Darío Sztajnszrajber y sus Preguntas de la Historia y la Filosofía. No sé si estoy para este espectáculo… Llego al Coliseo en medio de la tormenta que sigue, eléctrica, sobre Buenos Aires. No tengo muchas ganas de cuestionarme nada ni de entrar en debate en contra de nadie. Tengo miedo de que todo el diálogo ronde en cuestiones de género tiradas al boleo, arengando a los «jóvenes» a rebelarse contra algo que todavía ni saben. Faltan unos minutos para que entre Darío y Felipe al escenario. Pienso en mi gata escondida o ahogada en algún guardabarros de algún vecino y siento que se me viene el techo del teatro encima. Le pido permiso al de la butaca de al lado y salgo al pasillo buscando un baño. Me clavo un cuarto de Rivotril y vuelvo a mi asiento. Salen los protagonistas mientras me voy relajando en el apoyabrazos. Me gusta pensar. Me gusta que me hagan reflexionar. Soy ñoña. Entro en el juego. Detesto sin embargo las malas palabras que tira de vez en cuando Pigna, haciéndose el canchero. Y además: ¡module, hombre, module! Darío es un tierno pero creo que a veces subestima un poco a su público. Hace un tiempo ya que los espectadores descubrimos lo que, como novedad, nos propone.

Comemos un pizza con mi hermana en el San Carlos de Caballito. Le cuento al mozo que cuando tenía 12 años venía a comer acá con los chicos de la escuela. Nos sentábamos al fondo, cerca de donde estaba la cocina y el horno. Hoy está distinto, remodelado. Veníamos solos a la salida, nos sentíamos grandes. Pedíamos una muzzarella con fainá y nos limpiábamos la boca con las servilletas plastificadas ésas que no absorvían una merda. El mozo me dice que seguramente él nos debe haber atendido porque trabaja acá desde el noventa.  Me siento nostálgica. Qué fácil me parecía la vida en aquella época.

Viernes:

Entro al sitio del teatro Colón, no queda ni una entrada económica para el concierto de Disney junto a la Orquesta Filarmónica. Figurita difícil siempre, el Colón.

Busco en Youtube algunas canciones de ópera, musicales. Necesito algo solemne, sentido. Quiero ver a gente apasionada por algo artístico; ensimismada. Necesito magia. Encuentro esta joya:

A la noche voy a Mundo Lingo en Trova Bar. Hablo con mis compañeros de trabajo en francés casi toda la noche porque no encontramos un extranjero francófono ni escondido en la cava del lugar. Un italiano me pregunta qué puede tomar que sea bien argentino. Le sugiero un vino o un Fernet con Cola y sorprendido me pregunta qué tipo de bebida es el Fernet. ¿No es italiano? Terminamos hablando de Roma y Sorrento y de lo bien que pronuncio el italiano. Juro que no hubo un momento en toda la conversación donde no haya hablado en castellano. Puro chamuyo, el tano. Vuelvo a mi grupo donde están hablando de declinaciones y lenguas tonales. Qué lindo es, posta, ser nerd y encontrarse con gente de la misma manada.

Sábado:

Estaba por darla por perdida pero finalmente encuentro a mi gata. La encuentro en el motor del auto de unos vecinos. Siento culpa y vergüenza por no cuidarla lo necesario. No tengo red en el balcón (es de ahí desde donde siempre se cae). Me molesta el encierro por eso nunca puse reja ni nada. Le digo a mi vecina que qué suerte que la encontramos, que mi vieja estaba super mortificada porque se le había escapado ayer, por la escalera, cuando vino a casa a buscar unas cosas. El chamuyo no es solo italiano.

La veo bien, un poco sucia nomás. Está tomando mucha agua y de a poco se va subiendo a la cama, las sillas, como siempre. Esta guacha nunca me dejó darme por vencida. Por eso la amo. A Bruno lo veo aliviado, hasta contento. A la tarde agarro un metro que tengo en el mueble del comedor y tomo las medidas del balcón.

 

 

Estas fueron algunas de mis exploraciones esta semana.

¡Nos vemos el domingo que viene!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Diario semanal 26/11 al 1/12

Este diario nace de la necesidad de encontrar un lugar donde compartir todas mis exploraciones. Me inspiré (o copié, como más les guste llamarlo) en dos newsletters que recibo semanalmente… leer más.

Lunes:

Termino de leer un libro que me prestaron hace apenas unos días: Chicas muertas de la autora entrerriana Selva Almada. Lo leí con voracidad un poco por morbo y otro mucho llevada por el relato coral impecable construido por la autora. Es una investigación acerca de tres femicidios ocurridos en la provincia durante los años 80. La manera en que Almada visibiliza la violencia hacia chicas y mujeres dentro y fuera del ámbito familiar me deja un poco movilizada y me hace escribir un texto en este mismo blog. Lo escribo sin esperar al Diario semanal porque no quiero que la indignación y angustia se me suavicen con el correr de los días.

Salgo a pasear a Bruno por la tarde y hay un grupito de hombres tomando cerveza en la vereda del supermercado chino de la cuadra. Un hombre, que me ve viniendo con mi perro, me dice «mamita» al pasar al lado suyo y todo el grupo se ríe. Sigo caminando con unas ganas terribles de decirle algo. Pero ¿qué? Me da ganas de decirle «¿en serio?», «con la lucha que ves que estamos haciendo las mujeres actualmente, ¿en serio me tirás un MAMITA?», «Chabón, ¿vivís en el siglo pasado?», «¿A quién le hablás? ¿Me lo decís a mí o querés que tus amigos vean que te animás a decirle algo a una mina que pasa para que no se den cuenta de lo amedrentado que te sentís frente al poder femenino?», «¿Sos de los que no se les para cuando es la mujer la que se les acerca y levanta?».

Llego a casa sin haber expresado una palabra. Pienso en las innumerables veces en las que tuve que hacerme la boluda, la débil, la que no sabía nada, para que algún compañero no perdiera su autoestima ni «virilidad» y me abordara, sedujera y penetrara. ¿Cuánto tendremos que esperar hasta que los hombres tengan la autoestima suficiente como para que las mujeres no tengamos que actuar de pelotudas?

Martes:

Me entero de que Perros de la Calle, el programa de Andy Kuznetzoff, ganó ayer lunes el Martín Fierro de Oro en los premios a la radio. Es un programa que hace mucho años escucho de vez en cuando. Me gusta el ritmo, la charla entre los que hacen el programa. Creo que tienen muy bien aceitados los mecanismo para hacer reír, emocionar, hablar en serio, entusiasmarse con un tema. Manejan muy bien la improvisación.  El programa tiene también muchas cosas que no me gustan: a veces se hacen los cancheros con los oyentes y los deliran (antes más que ahora) o cuando se les nota que tienen que venderte algo. Pero hay algo que muestra de alguna manera que quieren ser mejores que ellos mismos, que quieren superarse o corregirse a medida que pasa el tiempo. Me gusta eso. Odio la gente que no está dispuesta a aprender nada.

 

Miércoles:

Llego a la oficina caminando media hora tarde. En la Av Belgano, antes de llegar a Entre Ríos, el colectivo y los mil quinientos autos que querían como nosotros llegar hasta la 9 de julio, son desviados por Combate de los Pozos, para retomar por Chile. Chile también está cerrada, así que el 2 (y los ahora tres mil autos también obligados a doblar) tiene que seguir adelante para el lado de Barracas. Al llegar a paso de hombre a Carlos Calvo, decido bajarme y caminar por Independencia hasta Lima. Al llegar a Entre Ríos veo una cantidad impresionante de policías parando el tránsito y a la gente de a pie, para dejar liberada la avenida que en ese momento parece una pista de aterrizaje. Me freno porque escucho de repente el sonido ensordecedor de móviles y motos y helicópteros sobre nuestras cabezas. En medio de ese bardo, un auto blindado, con las balizas puestas, pasa pretencioso y protegido.  Adentro, un príncipe acusado de asesinar y descuartizar a un periodista, está pidiendo cagar en su inodoro de oro. Bienvenido al G20, Mohamed bin Salman. Después arreglamos lo de mi presentismo.

Jueves:

Homeoffice. Me doy una panzada de música y programas de radio. En Perros de la calle escucho la columna de Sacheri. Está hablando sobre la vergüenza de la final de la Copa Libertadores. Parece que finalmente se juega en Madrid para que no haya disturbios y violencia entre las hinchadas. Como si los barras no tuvieran como para el pasaje… Suerte que veo en Despegar que los tickets a España acaban de subir repentinamente a las nubes (y no es metáfora). Sacheri lee al aire un cuento suyo «El gato agazapado» que escribió hace un tiempo en respuesta a otro cuento sobre fútbol, esta vez de Soriano, llamado «El penal más largo del mundo«. Si bien no soy gran admiradora de este deporte, sí me atrae su folclore, cultura y tradición. Hay algo nostalgioso, como el tango o los cafetines de Buenos Aires, que me seduce. O será la camaradería entre los hinchas, el sentido de pertenencia a un club, la complicidad sana de la que, creo, gozaba antes el fútbol. Escucho que la voz de Sacheri se entrecorta de emoción al terminar su cuento. A mí se me cierra un poco la garganta. Acá dejo el audio. Posta, es hermoso el cuento.

Busco más tarde el cuento de Soriano al que le contesta Sacheri. Lo encuentro acá. Después lo leo.

Viernes:

Sigue el G20 y la reclusión forzada. Segunda panzada de Perros de la Calle. Hoy: columna de Hernán Casciari. Me encanta como escribe Hernán. Creo haber confesado ya acá, en mi Diario,  mi admiración por la revista Orsai.  Me gusta como escribe pero no tanto como habla. No sé, lo escucho un poco meloso, sus palabras muy pensadas. Su habla es siempre escrita. No le escucho la frescura de la oralidad. Igual repito: me gusta mucho como escribe.

Hoy comparte un texto escrito por él después de la otra Libertadores, aquella del 2015. El texto se llama «Teníamos un juguete» y lo lee (acá el audio) después de despotricar contra los barras, la Conmebol, los intermediarios, los jugadores. Como Sacheri, lo escucho nadar en un mar nostalgioso a lo Fontanarrosa. Me emociono de nuevo y me amigo con los hombres futboleros. No los machirulos que obedecen al mandato de la violencia; los del club, los de las partidas de truco en la cantina, los enamorados. Busco el cuento en su blog para leérselo algún día a mi viejo. Acá lo encuentro.

 

Sábado:

El G20 tuvo ayer su noche de gala en el Colón. Veo hoy la parte final de Argentum en la tele. Los bailarines, en el escenario, empiezan a corear con puños en alto AR-GEN-TI-NA! AR-GEN-TI-NA!. Me largo a llorar como una Magdalena. Ponchean a Macri que, como yo, está a moco tendido. Los asistentes sacan fotos al teatro dorado, a los frescos, a la araña. Apago el televisor justo cuando la cámara lo está mostrando a Trump que saluda rígido desde su palco, haciendo como siempre su rictus de mal cogido.

Encuentro el espectáculo completo en YouTube:

 

 

Estas fueron algunas de mis exploraciones esta semana.

¡Nos vemos el domingo que viene!

 

 

 

 

 

 

Diario semanal 19/11 al 24/11

Este diario nace de la necesidad de encontrar un lugar donde compartir todas mis exploraciones. Me inspiré (o copié, como más les guste llamarlo) en dos newsletters que recibo semanalmente… leer más.

 

Lunes:

«No puede ser que la dueña me mande indicaciones de cómo poner una alarma que no es fácil de poner. Uno viene descansando, pasó un fin de semana hermoso y tiene que descifrar cómo cerrar la casa. Esto no se hace»

«Además, la parsimonia con que viene la vecina… ah no, estoy re calentita, eh? Los perros encima… La dueña no puede hacer esto. Es una falta de consideración. Ahora estoy calentita pero ya le voy a escribir»

«Este pelotudo que me pasa a mil por hora. Va a ver ahora quién es más pelotudo. Sos pija?»

«Dejan pasar a los que no tienen el pase y para colmo no les anda el automático y te bajan la barrera encima del auto! Me lo destruyeron, viejo, me lo destruyeron! Manga de hijos de puta! Sos empleado del peaje nomás, me decís? y la concha de tu madre… pero mirá vieja, me hicieron concha el portaequipajes»

Vuelvo con mis viejos de un fin de semana en el campo, en San Pedro. Aprovechamos el feriado. Aunque el sábado nos llovió en la ruta a la ida, el tiempo se fue componiendo y pudimos disfrutar de la pileta y las siestas debajo de los árboles todo el finde.

Hasta ahora. La vuelta.

Me pregunto: mis viejos siempre fueron así o es algo que aparece ahora, de viejos?

 

Martes:

Me propongo empezar a incorporar más frutas en mi dieta. Tengo duraznos, naranjas y ciruelas como para tirar al techo.

Me había descargado los capítulos de Wanderlust desde Netflix para ver en San Pedro por si no había wi fi. Sí tuvimos wi fi pero casi no prendí la compu. En vez de empezar a verlos, ahora tranqui en casa, vuelvo a ver el Capítulo 1 de Vientos de Agua, una serie argentina / española de 2006 dirigida por Campanella. En aquel año creo que vi uno o dos capítulos: es la historia de un padre asturiano que emigra a Argentina en 1934 y el hijo, en una Argentina en plena crisis 2001, que empieza a vislumbrar el exilio a la tierra de su viejo como única solución al momento económico y político que está viviendo en nuestro país. No sé por qué me dan ganas de volverla a ver… La encontré en Cine.ar.

Le mando un whatsapp a mi hermana para preguntarle si hay novedades de nuestro trámite de ciudadanía italiana.

 

Miércoles:

Hoy tengo una caminata de mentoreo en mi trabajo. Directores, VP´s y managers de distintos sectores participan junto a sus mentees (o sea, yo y otros con ganas de crecer profesionalmente) de una charla mientras caminamos por una Plaza del Centro. El objetivo de este mentoreo es dar asesoramiento a partir de la experiencia para que los empleados más nuevos vayamos dibujando un camino de desarrollo dentro de la empresa. Mi mentor es un manager comercial, un tipo solo unos años más grande que yo, muy amable y comunicativo, comprometido a responder a todas mis preguntas. Hay solo una duda que no me animo a manifestar y me queda dando vueltas en mi cabeza de egresada de Terciario Público y Universidad de Buenos Aires: cómo se hace para trabajar tantos años en una empresa cuyo negocio es privativo de unos pocos en nuestro país en crisis?

A la tarde voy a terapia y entro al consultorio como una tromba al grito de «soy una farsa». Paso los siguientes 40 minutos tratando de congeniar mi enojo con la situación social de nuestro país, mi supuesta empatía con los que peor la están pasando, con mi gusto por el comfort, los viajes, la pilcha, las salidas a comer afuera. Me vuelvo a casa sin haberlo solucionado.

 

Jueves:

Después de dos años, hoy vuelvo a dar una clase particular de francés. Mi alumno es el hijo de una amiga, así que lo hago más como una gauchada. Dejé la docencia después de muchos años harta de lidiar con el ritmo escolar, los pibes, los padres… muy especialmente, los padres. Se levanta un viento terrible después de que la máxima llegara a 32 al mediodía. Ya está super fresco cuando llego a la casa. Me abre con la timidez de todo púber. Le da verguenza mostrarme sus carpetas, yo le hago dos o tres chistes, se ríe, se afloja, inventamos un diálogo juntos: una llamada para reservar una habitación en un auberge de la jeunesse para las vacaciones de verano. Le festejo sus ocurrencias; ya no esconde sus apuntes en la falda, los deja encima de la mesa donde ahora sí los puedo ver.

Vuelvo con el viento de tormenta en la cara. ya es de noche y el fresco me hace sentir más liviana. Me sorprendo sonriendo. Paso por una escuela pública que tiene el patio al lado de la entrada. No se puede ver para adentro pero escucho una profesora que grita «uno, dos… media vuelta. Ahora, la segunda. Vamos!» . Las ráfagas me traen de lejos un grabador donde suena una chacarera.  Me siento muy bien.

 

Viernes:

Finalmente organizamos con dos compañeras del laburo para ir a comer al Gran Dabbang. El local es chiquito; hay gente esperando en la puerta. Queda en Scalabrini Ortiz 1543, en Palermo. Al entrar reconozco, en la cocina, al chef Mariano Ramón. Lo vi en una entrevista que vi en la tele. En las paredes encuentro el porqué del nombre: hay afiches de cine bolliwoodienses en una pared del local. Parece que el Gran Dabbang era un héroe del cine indio. Nos pedimos cuatro platitos para compartir. Sin ser muy abundantes, cada plato es, sin embargo, una explosión de sabores. Exquisitos.

Nos pedimos lo siguiente (googleen lo que necesiten, yo lo tuve que hacer):

  • Labne con chutney de dátil, pepino con garbanzo frito y huacatay.
  • Berenjenas asadas con durazno, coco y albahaca
  • Burrata con espárragos, toronjil y sésamo, omelette crocante y chili.
  • Curry de cordero ahumado con especias negras, chutney de coco y roti.
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Foto: Revista Noticias

Sábado:

Descubro, gracias a una amiga que vive en España, a esta cantante española (catalana) que ganó muchos premios Grammy Latinos en la última entrega. Se llama Rosalía. Sus canciones tienen una mezcla de flamenco con ritmos urbanos, más que interesante. La pongo al palo para limpiar la casa y despulgar a mis bichos. No voy a hablar de fútbol.

 

 

Estas fueron algunas de mis exploraciones esta semana.

¡Nos vemos el domingo que viene!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Diario semanal 12/11 al 17/11

Este diario nace de la necesidad de encontrar un lugar donde compartir todas mis exploraciones. Me inspiré (o copié, como más les guste llamarlo) en dos newsletters que recibo semanalmente… leer más.

 

Lunes:

Me llega un videíto de Muriel Santana hablando en el Foro de cine y perspectiva de género en el marco del 33° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Leo que «el Foro persigue el objetivo de reflexionar sobre los estereotipos en la industria cinematográfica delante y detrás de cámara y plantear acciones transformadoras.» Sin dudas, sé de lo que está hablando Muriel, de los estereotipos y mandatos a los que estamos expuestas las mujeres desde los medios y desde la educación. Pero pido, al mismo tiempo, que no cansemos con nuestro discurso de «perspectiva de género» en absolutamente todo y a todo momento. No perdamos de vista tampoco, que el país es un territorio muy extenso y que la realidad porteña de clase media es una pequeña muestra de lo que realmente pasa y experimentan las mujeres de Salta, Tierra del Fuego, Jujuy, Mendoza. Qué tendrán ellas para decir?

Vuelvo a sentir que el cine argentino es uno de los que más me llegan al cuore. O tenemos unos actores y actrices de puta madre o son las historias contadas por argentinos las que permiten que me identifique más y por eso me parece que actúan mucho mejor que los actores franceses, norteamericanos, ingleses.

Me guardo el link del Festival en favoritos para tomar nota de algunas de las pelis y docus para ver más adelante. Entre mis páginas favoritas tengo ya Cine.ar, un hallazgo. Vieron lo que dijo Toto Ferro, el pibe de El Ángel, al recibir su premio Fénix como mejor actor? Qué huevos.

Martes:

Una amiga me recuerda que habíamos quedado en ir a comer en noviembre al restaurant de Palermo, Gran Dabbang. Justo leo que se entregaron en Bogotá los premios a los 50 mejores restaurantes de Latinoamérica. El primer puesto es para el restaurant Maido del chef Mitsuharu ‘Micha’ Tsumura en Lima, Perú. Me meto en el listado de todos los galardonados en la página y busco a algún argentino entre los 50. Sí, soy cholula foodie. De hecho, soy de mandarle mensajitos por Instagram a chefs para preguntarles por algún plato o para saber cuándo van a estar en su local para conocerlos en persona. Le escribí hace unos meses a Augusto Mayer, de Proper, haciéndome la seductora.  Me dijo que le avisara cuando quiera ir. Todavía no me animé a responderle. Qué bolas tristes! En el listado ganador encuentro a varios argentinos: Don Julio (puesto número 6), Tegui (n° 11), Mishiguene (n° 18- a este le tengo unas ganas), Chila (19), Elena (32), El Baqueano (36), Gran Dabbang (38 – lo que nos va a salir esa comida…), Aramburu (42), Proper (44 – Hola Augusto!) y Narda Comedor (46 – recomiendo altamente este restaurant). Se ve que hay gente haciendo cosas muy ricas en Argentina. Hago la lista de los restaurantes que quiero conocer. No me va a dar la guita. Tal vez en Proper no me cobren el postre.

Miércoles:

Sigo en Instagram a Malena Guinzburg. Hoy subió una story donde recomienda la serie BIOS de NatGeo. Es una serie docu-reality producida por Sebastián Ortega (por dió lo que labura este tipo). Leo que el primer episodio es la biografía de Charly. con la que Malena lloró desde que empezó hasta que terminó. Me da ganas de verla. La incluiré en la listita de cosas para «ver después». Vuelvo a sentir, como tantas otras veces, la angustia de la poca vida y tanto por ver, leer, escuchar. ¿Podría, por favor,  la gente creativa hacer un break? Los mortales no damos abasto.  Gracias.

Me voy a dormir temprano. La humedad de lunes y martes hizo de mí una piltrafa migrañosa. Me recuperé empastillándome. Quiero pegar canje con Migral.

 

Jueves:

Leo en Revisa Orsai el texto de Carolina Aguirre, Wabisabi (Temporada 2, Episodio 2, pág 48). ¿Sabían que la revista Orsai de Hernán Casciari se puede leer ahora online? A pesar de tener ya muchos años de publicaciones, yo la descubrí hace poco. Me dio placer encontrar textos y crónicas construidas con gran talento. Se intercalan los textos de los distintos autores que participan en cada edición con un pequeño extracto dialógico de Casciari con algún otro editor, donde conversan sobre la crónica de la página anterior. Una belleza.

Hoy, en el texto de Carolina Aguirre, me sorprendió su confesión acerca de lo desastrosa que era la relación con su madre.  De alguna manera, cuenta ella en este texto, ese vínculo negativo influyó mucho en el trato con los tipos que conoce y con los que, casi sin excepción, se va a la cama escapando después antes de poder sentir algo. No conocía este aspecto de Carolina. Sí había leído antes algo de ella y siempre me han gustado sus textos pero no conocía esta voracidad sexual y mucho menos su historia materna.

En esa misma edición de Orsai, está el texto Déjame entrar de Juan Sklar (pág 26) donde el escritor y guionista relata una relación amorosa con una profe de la facultad. No deja afuera, casi, detalles de sus encuentros sexuales y la manera en que se van enredando sus sentimientos en ese vínculo complicado. No quiero espoilear. Hay que leerlo. Hacía tiempo que no leía un texto que hablara de coger con la calidad y emoción con la que lo hizo Juan Sklar. Un genio.

Parece que unos amigos del Chaco hicieron una fiesta sexual. Se filtraron algunos videos donde se ven a dos o tras panzones, birras en mano, dando besos secos a unos glúteos bamboleantes. Salen los audios de las esposas indignadas en todos los medios.

Me voy medio cachonda a la cama.

Viernes:

Tengo un almuerzo despedida. Un compañero de trabajo se va de la empresa. En un bar por San Telmo comemos unas ribs con salsa barbacoa espectaculares. El precio por las ribs + papas fritas + ensalada + una pinta de birra es sospechosamente bajo. La calidad de la comida es muy buena. Está abundantemente servido. La cerveza es artesanal, exquisita. ¿Cómo hacen estos tipos? Lo comento con otro compañero.  » No sabés? Los restaurantes son los medios más comunes para lavar dinero. Este lugar seguro está con el narco». El que quiera ir a probar el morfi de ahí, paso los datos por privado.

No sé si fue el comentario de mi amigo drogadicto o el cansancio de viernes, a la noche lanzo todas las ribs y me voy a dormir temprano.

Sábado:

Hoy estoy acá, haciendo esto.  Disculpen si hoy no escribo mucho.

 

 

 

 

 

 

Estas fueron algunas de mis exploraciones esta semana.

¡Nos vemos el domingo que viene!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Diario semanal 5/11 al 10/11

Este diario nace de la necesidad de encontrar un lugar donde compartir todas mis exploraciones. Me inspiré (o copié, como más les guste llamarlo) en dos newsletters que recibo semanalmente… leer más.

Lunes:

Hoy cocino por primera vez porotos rojos orgánicos. Narda Lepes  recomienda cocinarlos de la siguiente manera para evitar pedos: dejarlos en remojo durante la noche y a la mañana ponerlos en una ollita hasta que rompa el hervor. En ese momento, sacarlos del fuego, tirar el agua hervida y poner agua nueva fría. Empezar todo de cero y cocinarlos hasta que estén tiernitos. Quiero incorporar más legumbres en mi alimentación para ganar energía. Me parece, además, que hay todo un universo ahí por descubrir.

Martes:

Termino de leer el perfil de Idea Vilariño escrito por Leila Guerriero y recopilado en Plano Americano junto a otros perfiles de personajes de la cultura hispanoamericana. Una grosa Idea. Una genia Leila.

No la conocía a Idea Vilariño. Me maravilla la valentía de estas mujeres del siglo pasado que escribían con el deseo en la mano, sin temor a dar rienda suelta a toda la sensualidad tan invisibilizada en la literatura de aquellos años. La misma sorpresa tuve con Alfonsina Storni cuando la descubrí en la facultad.

En IG comparto dos fragmentos de Vilariño, amante del capo de Juan Carlos Onetti y de tantos otros. Esta poeta no dejaba títere con cabeza.

«Entonces / todo se vino / y cuando vino / y / me quedé inmóvil / tú / tú te quedaste inmóvil / lo dejaste saltar / quejándote seis veces / Seis / Y no sabes qué hermoso»
(«Seis»- 1970)
.
«Dejá dejame hacer le dice / y cuando inclina / cuando va a hundir el rostro suavemente / en la dura pelambre / en la oscura maraña entreverada / sobre la piel tan pálida / ve el espejo es decir ve en el espejo / una cabeza rubia – no- dorada.»
(«El espejo» – 1970)

Miércoles:

La técnica de Narda Lepes funcionó al 50%. Narda dice también que el cuerpo tiene que acostumbrarse a las legumbres. Seguiremos intentando.

Me engancho con la serie de Luis Miguel en Netflix. Los tres primeros capítulos son un poco lentos pero después la cosa se pone interesante. Van aquí las razones por las que, creo, viene el enganche:

  • el continuo flashback que va develando de a poco la trama
  • la tiranía del padre interpretada de manera excepcional por Óscar Jaenada
  • el misterio por el paradero de la madre de Luismi que sostiene el hilo de la historia
  • el actor Diego Boneta que interpreta al Sol de México está más bueno que comer pollo con la mano.

Jueves:

Hoy participo de una conversación horrible en el ascensor del laburo. Una mujer le está comentando a otras compañeras que su hija tiene que actuar en un acto escolar. Una le pregunta si no es muy pronto para los actos de fin de año. «No, es el acto por algo de la tradición, creo». Yo paro la oreja. Mis años de docente se ponen alertas. «No sé, actúa de mariposa llamada algo así como Tipué, Tatatipí… algo así». Ahí salto yo; nadie me invita a la conversa pero yo salgo con un «Debe ser Panambi, que significa «mariposa» en guaraní». Las tres mujeres me miran con caras de total desconcierto. «Ah ni idea» me dice la madre. La rubia desteñida a mi izquierda, la más sorprendida de todas, suelta un «Eh? Chicas, de qué están hablando? Panambí? Guaraní? yo ni idea… de qué hablan?». Tranquila Marie, tranquila. Trato de no saltarle a la yugular. Trato de hacer docencia: «Guaraní, el idioma del pueblo originario guaraní. Te suena? Sabés, por ejemplo, lo que es el chamamé?» Con un rictus de disgusto me contesta «Chamamé? No, ni idea. Es esa música?» y mira de reojo arrugando la nariz a las otras brujildas en silencio. Qué está pasando con la sociedad argentina? Gisela Barreto y ahora esto.

Llego a casa. Escucho esta versión increíble de Garzas Viajeras con el Chango Spasiuk.

 

Escribo las 7 cosas que escuché, las 7 cosas que hice, las 7 citas y el dibujo como ejercicio de escritura propuesta por Aniko Villalba. Estoy haciendo, cuando puedo, las propuestas del Taller de creatividad online junto a Aniko y Carolina Chavate. Mención especial, entre las citas, a la simpática del ascensor.

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Viernes:

Escucho en un IG live de la Feria Matear, la charla de Narda Lepes e Inés de Los Santos, la bartender creadora de Julep. Hablan de la importancia de conocer de dónde viene la yerba mate, conocer cómo es la planta, probar las distintas variedades. Proponen nuevos usos para esta hierba que me parecen más que interesantes, como por ejemplo tener en la heladera una «matelada» hecha con jugo de limón o naranja o pomelo con almíbar de yerba, bien fría. Así como se hace el iced tea. Excelente idea. Me acuerdo que en la Feria Masticar probé la matelada de Inés de Los Santos hecha con jugo de quinotos. Me sorprendió lo rica que estaba. Es como un tereré pero más fresco, sin el dejo rasposo de la infusión. Me agarran unas ganas terribles de viajar nuevamente a Misiones.

Empiezo a seguir a Diego Boneta en IG. El actor tiene 27 años. Pienso lo deprimente que es estar cada vez más vieja.

Sábado:

Todo el día lloviendo. Se suspende el partido por la final de la Libertadores ( sí, lo iba a poner de fondo en casa).

Estoy escuchando discos completos. Estoy cansada de las canciones sueltas y las playlists kilométricas. Mientras limpio la mugre de casa, descubro el álbum de Natalia Lafourcade, Musas, con las versiones de canciones folklóricas mexicanas. Me encanta.

 

Toda la noche lloviendo. Me pierdo un cumpleaños y la Noche de los Museos. Agoniza mi vida social.

 

Estas fueron algunas de mis exploraciones esta semana.

¡Nos vemos el domingo que viene!